“LA LLUVIA NOS DETIENE DE ROY DÁVATOC”
Por: Miguel Ildefonso
“Entonces comprendo que / bajo la lluvia todos morimos un poco”, nos dice el poeta, y es por ese estremecimiento en lo cotidiano, como en el poema de Vallejo cuando una palmada nos llama por sobre el hombro, que nos detenemos ante esa lluvia que, sin piedad, nos arrebata el alma. De esos trágicos arrebatos del amor o de la muerte tratan estos poemas que reúne Roy con una excelente lírica hecha de objetos familiares, una poética no del extrañamiento de una realidad urbana, sino del asombro ante lo cercano que puede estar lo utópico. Ausencia y presencia del ser (“la palabra es la casa del ser”, decía Heidegger), por tanto, es lo que nos trasmite este mágico juego de palabras que es la poesía, dado que el sueño de los poetas siempre ha sido el plasmar la realidad (Conocimiento), la descarnada, y, a su vez, indagar por sus distintos caminos. “Porque partir es tener la impresión/ de volver al mismo sitio”, dice quien se inmersa dentro de sí para hallar no solo certezas, también nuevas preguntas, nuevas búsquedas. En la Poética, Aristóteles dice "La poesía es más filosófica y noble que la historia, pues la poesía dice más bien las cosas generales y la historia las particulares”. Es lo que nos dice el poeta cuando levanta su mirada otra vez ante esa incesante lluvia: “El cielo resopla gatea / nos deja caer la existencia/ busca siempre la altura/ como la sangre/ y la espiga”. La lluvia, en la poesía de Roy, nos revela una verdad superior, la que nos habla de una existencia más plena: “Alguien duerme envuelto por las calles:/ imagínalo soñando/ con el olvido.” El poemario que nos convoca ahora, es la invitación a un viaje interior, “fuimos dos balsas abandonadas/ dos olas reventando en la costera”, una incitación a retomar los remos para emprender un nuevo viaje hacia la utopía de la belleza, en donde palabras como amor y muerte pierden su impureza y su historia, y se convierten en una noble esperanza. Aquí tres poemas:
NEGACIONES
Nunca he recibido una carta de amor,
completado un crucigrama, o hecho aros
con el humo del cigarro
nunca he comprendido cuestiones de óptica
ni de repostería o de navegación
Pero me imagino que hay un punto en que el agua pierde
su consistencia antinatural y se vuelve torrente
en el espacio negro
quiero decir:
Podría tomarme un café ahora mismo
y morir moderadamente
Por: Miguel Ildefonso
“Entonces comprendo que / bajo la lluvia todos morimos un poco”, nos dice el poeta, y es por ese estremecimiento en lo cotidiano, como en el poema de Vallejo cuando una palmada nos llama por sobre el hombro, que nos detenemos ante esa lluvia que, sin piedad, nos arrebata el alma. De esos trágicos arrebatos del amor o de la muerte tratan estos poemas que reúne Roy con una excelente lírica hecha de objetos familiares, una poética no del extrañamiento de una realidad urbana, sino del asombro ante lo cercano que puede estar lo utópico. Ausencia y presencia del ser (“la palabra es la casa del ser”, decía Heidegger), por tanto, es lo que nos trasmite este mágico juego de palabras que es la poesía, dado que el sueño de los poetas siempre ha sido el plasmar la realidad (Conocimiento), la descarnada, y, a su vez, indagar por sus distintos caminos. “Porque partir es tener la impresión/ de volver al mismo sitio”, dice quien se inmersa dentro de sí para hallar no solo certezas, también nuevas preguntas, nuevas búsquedas. En la Poética, Aristóteles dice "La poesía es más filosófica y noble que la historia, pues la poesía dice más bien las cosas generales y la historia las particulares”. Es lo que nos dice el poeta cuando levanta su mirada otra vez ante esa incesante lluvia: “El cielo resopla gatea / nos deja caer la existencia/ busca siempre la altura/ como la sangre/ y la espiga”. La lluvia, en la poesía de Roy, nos revela una verdad superior, la que nos habla de una existencia más plena: “Alguien duerme envuelto por las calles:/ imagínalo soñando/ con el olvido.” El poemario que nos convoca ahora, es la invitación a un viaje interior, “fuimos dos balsas abandonadas/ dos olas reventando en la costera”, una incitación a retomar los remos para emprender un nuevo viaje hacia la utopía de la belleza, en donde palabras como amor y muerte pierden su impureza y su historia, y se convierten en una noble esperanza. Aquí tres poemas:
NEGACIONES
Nunca he recibido una carta de amor,
completado un crucigrama, o hecho aros
con el humo del cigarro
nunca he comprendido cuestiones de óptica
ni de repostería o de navegación
Pero me imagino que hay un punto en que el agua pierde
su consistencia antinatural y se vuelve torrente
en el espacio negro
quiero decir:
Podría tomarme un café ahora mismo
y morir moderadamente
REFLEJO
Escribí un poema acerca de un hombre
y acerca de cómo un derrumbe
lo arrastraba hasta el lecho de un río
ya me había olvidado de él por completo
hasta que
un día lo encontré sentado a la mesa del comedor
poco a poco fue adueñándose de mis cosas
usaba mis camisas y mis pantalones
incluso mis zapatos
que rellenaba con algodón para calzarlos
a veces se ponía mi sombrero y hacia gestos
mientras yo desayunaba
encerraba con un marcador negro los anuncios de propiedades
en el periódico
y como él yo no dormía
A veces lo extraño,
cuando veo los periódicos apilados
o los zapatos rellenos de algodón
y cuento las horas por si vuelve
o por si yo también me marcho
LA LLUVIA NOS DETIENE
Yo creo que nunca me asombré
a causa del paisaje
las nubes de azufre
las barrancas
los troncos sugerentes
congelados en algún dolor deformante
o el agua
no han sido para mí
más que mis manos o los nudos de mis
rodillas
a veces uno quisiera parar
como si se tratase de un sueño
ver qué demonios ocurre
de qué se trata
tomarte un respiro para intentarlo
a veces parece ser demasiado tarde
que todo está perdido
y a veces es así
pero trata de no pensar en eso
solo cierra los ojos
escucha la lluvia
Fuente:
http://nidodepalabras.blogspot.com/
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