jueves, 28 de enero de 2010

Poemas de Paolo Astorga


LA MUJER DEL PUENTE (6:02PM)


Bajo el puente de Chosica el río se embalsa
y es de sangre,
pero la sangre no me es creída.
José Watanabe



Ella se vio las manos garabateadas de aves, rosas tatuadas en sus ovarios calientes, transita la figura enjuta de un perro que expectora las siluetas acribilladas bajo un poste embarrado de saliva. Cierras tus ojos; el sonido de una piedra ha estallado en el agua. Abres las piernas al viento de la infancia, abres tu cintura a las tristes bestias que no han podido ver el escondite de las tórtolas. Úteros sangran la ciudad, niños deformes corren tras los trenes antes de recordar el rostro de sus estériles madres muertas por el canto del flautista en busca de las ratas que piden piedad y oscurecen. Ella se mira en el agua mansa, suda nostalgia de flores secas y camina por la tenue luz que se ha olvidado de existir bajo el pecho extraño de las sombras. Sobre la tarde los dos miramos con incertidumbre el mismo vacío furibundo del tiempo que nos unge en su enardecido pecho iluminado.





HUARANGO



Piedra sobre piedra, ahogado pez de barro,
volví decapitado buscando una ciudad no más grande que mi sombra
y sólo fui el desierto de tus deseos tras el fugaz intento de crear
un atardecer bajo las flores y acaso a un par de jóvenes
que siguen allí todavía mirando el secreto de la sangre que se extraña
o simplemente el largísimo camino que nos condena
a idear siempre un paraíso
tras la niebla.



BALADA PARA YESELYN




Desnudo, aquí me tienes, las sombras extrañándote otra vez
han desafiado a todos los muros,
mientras él se preguntaba a qué hora abrirías tu sexo
como una boca que irremediablemente será triste, oceánica, infame,
qué tardío será el día,
me han destronado nuevamente los búhos de mi absurdo dolor
mientras escribo aplausos y voces de ovación
para que me arrastren los mismos placeres, la misma sonrisa fingida,
qué triste será el infierno al anochecer una promesa diluida en tus cabellos,
ya lo sabía, miro a tus manos purificando una memoria
y me dices qué asco, qué asco es verte,
pero tú ya sabes que mi ojo retumba como un violín atravesado por espadas
sabes que he llegado sucio y sudoroso a tu coronación,
eras un incendio, una gran ciudad imperceptible, deshabitada,
y yo quise tirarme de aquel quinto piso de un edificio blanco
un 28 de enero de 1999,
ya me veías, reías de mí, de mi fingida oscuridad
y el corazón que se quejaba de un frío tremendo entre las sienes.
Escupiste en medio de la pista
y me gritaste: “así pagamos las vírgenes”
La niebla te había hecho luz;
un extraño corazón
fuera del universo.



YO QUISE SER EL MUNDO



Otra vez el charco incólume, la patria durmiente,
otra vez noche de asfalto y frontera,
escribo y el desierto hace hombres sin espaldas, estómagos andantes
bajo la frágil garúa que no te ha nombrado, que no te ha dado la Verdad
instalando al ser y la nada, el designio que oscurece un par de ojos vagos
y el tránsito pariendo lascivas estrellas y un muchacho quiso ser el mundo
y se tiró de un puente o salió del cine inflando sus pulmones
a contemplar forzosamente la ciudad y sus cuerpos interiores,
la máscara enjuta de un cielo reventado por las masas
qué sería de mí, sin mis dioses, sin maletines y corbatas,
sin los postes que han predecido en tus ojos un fuego extraño
que ni el sol podrá ver. Es el fin, chocan dos autos
aprieto el acelerador, Lima ha vuelto a ser la extraña humedad de un beso,
apariencia infinita de un abrazo, mirada extraviada soportando una memoria;
ya no hay segunda muerte después del otoño
ni otra muchacha con un sexo sin angustia.
Yo quise ser el mundo detrás de las paredes y los postes sin insomnio
me hablaron de poesía y de mujeres
de borrachos y muñequitas de goma,
pero ahora ya no soy la luz, ahora ya no soy el mundo
ni la sangre derramada que escupo, ni el triste rencor de los que jamás regresan
a la soledad que todos juzgan, violan, tiran al río y olvidan
al perderse la luna detrás de las ventanas
y las eternas velas que aún no terminan de encenderse tras la noche.


Paolo Mario Astorga Requena (Lima-Perú, 1987) Es estudiante de Literatura y Lengua Española de la Universidad Nacional de Educación "Enrique Guzmán y Valle" - La Cantuta. Es miembro fundador del grupo literario cantuteño “Letra en Llamas”. Es Director y editor de la revista digital de creación literaria Remolinos. Ha publicado los libros de poesía: Anatomía de un vacío (editorial electrónica Lulú 2006) y Sin llegar a lo invisible (Editorial electrónica Remolinos 2008). Ha editado vía web la I antología digital de poesía "La Voz del Mundo" (2006) y la II Antología digital de poesía “Una voz en el abismo” (2007) las cuales reúnen en su conjunto a más de 50 poetas de diferentes lugares del planeta. Ha sido publicado en las antologías: Reflejos del Alma (Lima-Perú, 2005), Poetas Solidarios (Almería-España, 2007) y en Perú S. XXI. 60 poetas contemporáneos (Fundación Yacana, Lima-Perú, 2007) y en la Primera Antología de Poesía “Catástasis 2008”. En el 2006 y 2007 fue Finalista del II y III Premio Internacional de Poesía “Desiderio Macías Silva” y ganador del segundo lugar del III Concurso Internacional “Revista Hybrido” Modalidad Poesía. Su trabajo creativo se encuentra en revistas literarias tanto físicas como digitales.

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